Al observar el rápido avance de la tecnología no podemos evitar sentir que la confianza que le dedicamos a ella puede ser excesiva y esto degenera en un miedo que puede ser leve hasta paralizante. Según el futurista oficial de Intel, Brian David, este miedo es más cultural que tecnológico.
En una entrevista realizada a este experto por The Review de Gemalto, Brian aseguró que es normal que la tecnología despierte en nosotros algo de preocupación. En las personas que tienen niños es normal temer a que usen la tecnología. A muchos padre no les agrada que pasen el tiempo en los chats, que pierdan la costumbre de hablar y comunicarse cara a cara o que su información personal almacenada en la red pueda ser expuesta. Este tipo de preocupaciones son muy aceptables y naturales y lleva a la persona a preguntarse dónde están los límites, cuando la tecnología representa un riesgo.
Es normal temer a estos pequeños avances de la tecnología que han viralizado su uso. Para una persona que no pertenece a las generaciones actuales, observar cómo cambia la cultura, el estilo de vida y hasta la mentalidad de los más jóvenes, ocasiona temores parecidos a los que ocasionaba el primer tren de vapor, cuando temían subir a él por creer que la velocidad les arrancaría la piel.
Estos temores pueden ser subsanados con información oportuna y un manejo adecuado de las nuevas tecnologías. El secreto está en el equilibrio, y si se teme por la integridad de los niños o los jóvenes, una charla sincera entre ambas partes y el establecimiento de ciertos límites es la solución.
¿Qué tipos de tecnologías generan verdadero temor?
En este punto nos encontramos con tecnologías que generan un miedo que va más allá del simple temor a la seguridad en la internet y a la pérdida de habilidades comunes como la comunicación cara a cara.
La ciencia ficción se ha encargado de enseñarnos a temer a la robótica y a la inteligencia artificial. Se cree que un descontrol en la misma puede llevar a nuestra propia destrucción.
Hoy en día la tecnología artificial ha levantado muchas dudas. Un sistema con la capacidad de aprender y procesar nuestros comportamientos y aprender de ellos es el origen de muchos horrores que en las películas terminan en el control mundial. Sin embargo, hoy en día se teme a la inteligencia artificial por su capacidad de imitar comportamientos grotescos de la humanidad. Un ejemplo de esto es el programa de chat Simsimi.
Otro temor mucho más real a la tecnología es el robo de puestos de trabajo que requieren de mano de obra poco calificada. Los robots y equipos computarizados realizan estos trabajaos en menor tiempo y con frecuencia, con un acabado de mayor calidad. Esto requiere que la población empiece a trabajar con las máquinas y que su nivel de cualificación se incremente, dando paso a soluciones de orden social más que tecnológico.
Estos temores fundamentados han llevado a universidades como la Carnegie Mellon (EE.UU) a invertir nueve millones de euros con el fin de abrir un centro de investigaciones éticas sobre la inteligencia artificial. Este centro tendrá como objetivo comprender donde es adecuado utilizarla y bajo que circunstancias.
¿Cuál debería ser nuestro verdadero temor?
Según el Internet de las Cosas o IOT por sus siglas en inglés, hoy en día existen 5000 millones de equipos conectados. Se espera que este número se quintuplique en los próximos cinco años. Esto nos inundará de dispositivos inteligentes susceptibles a ataques, incrementando las cifras de fraudes y hechos delictivos.
Este riesgo se puede disminuir prestando atención a la comunicación entre los equipos al estar conectados. El crear claves de cifrado, algoritmos, sistemas de autenticación, almacenamiento seguro y otros sistemas de seguridad, se puede proteger al usuario. Esto por sí solo no reduce el miedo. Es necesaria una adecuada comunicación para controlar el temor y el rechazo que genera la tecnología hoy en día.