Relativamente estable desde hace 10.000 años, el mayor glaciar de la Antártida lleva 70 años derritiéndose. Un estudio de los sedimentos del lecho rocoso muestra que en los años cuarenta todo empezó a cambiar. Los científicos sostienen que un episodio especialmente cálido del fenómeno climático El Niño (ENSO) desencadenó la retirada del hielo. Pero, en los periodos fríos de La Niña, el deshielo no se revierte.
El glaciar, llamado Pine Island, tiene una extensión dos veces la de Andalucía y un volumen de agua helada suficiente para elevar el nivel del mar 1,5 metros si se derritiera de repente. Por fortuna su ritmo de deshielo es mucho menor: en lo que queda de siglo, elevará el océano unos tres centímetros, aunque se retira a una media de un kilómetro al año. Pine Island no es el único glaciar de los que mueren en las costas de la península antártica (la parte occidental del continente) que se derrite. Pero es visto como una avanzadilla de lo que vendrá en una Antártida que, a diferencia del Ártico, parecía mucho más estable.
«Muestran un cambio desde unos sedimentos de grano grueso depositados cerca del glaciar hacia otros más finos depositados en la cavidad oceánica, bajo la cubierta de hielo», explica Smith. Eso indicaría dónde estaba el glaciar en cada momento. Para ello, los científicos determinaron la edad de cada tipo de sedimento usando la concentración de un determinado elemento. Para los estratos anteriores a 1945 usaron el plomo. Para fechas posteriores, midieron los restos de plutonio procedentes de los ensayos nucleares, un reloj geológico muy preciso.
Así pudieron determinar que, alrededor de 1945, el agua del mar calentada por El Niño se coló por encima de una elevación rocosa submarina bajo el glaciar, creando una cavidad que fue creciendo con los años a costa del hielo. Estos bocados sobre la línea de tierra hacen que el glaciar avance más deprisa y adelgace.
Lo más intrigante es que periodos de frío como el de la Niña de 2012, que enfriaron el mar de Amundsen, no favorecieron la recuperación del hielo. Sobre su posible conexión con el calentamiento del océano y el cambio climático, Smith comenta que es la parte del rompecabezas en la que están trabajando ahora.